sábado, 17 de noviembre de 2012

Adicción: el riesgo invisible



Es frecuente que los adiestradores nos refiramos a perros con un enorme interés por jugar con mordedores o pelotas como “yonkis”. Lo curioso es que le damos un valor positivo a esta expresión, porque gracias a ello podremos obtener un adiestramiento deportivo o de utilidad (aquí no me refiero al adiestramiento destinado a mejorar la convivencia) positivo, implicado, proactivo y de calidad.

Sin embargo esta fuerte predisposición puede generar lo que es, en mi opinión, uno de los principales “riesgos ocultos” del entrenamiento: convertir a los perros en adictos, ya sea a los juguetes, la mordida, las pistas de obstáculos… Y cuando hablo de adictos me refiero exactamente a eso.

El límite entre la implicación y el disfrute de algo muy divertido y la adicción es difuso. ¿Cuándo pasa una gran afición al deporte a convertirse en vigorexia? ¿En qué momento exacto podemos decir que estamos rozando lo insalubre?

Para encontrar esa frontera debemos definir claramente el concepto:

La adicción se caracteriza por la pérdida más o menos completa del control al aparecer estímulos que anuncien la posibilidad de realizar la conducta a la que se es adicto, como sucede cuando un ludópata escucha el tintineo de una máquina tragaperras o cuando algunos perros practicantes de Agility esperan el inicio de la pista. Esto implica actuar incluso de maneras autolesivas o que serían inaceptables en situaciones de control cognitivo saludable, ignorando las consecuencias negativas de la conducta adoptada, así como ser incapaz de iniciar otras conductas altamente valiosas que impidan la realización de la conducta adictiva.

No debemos confundir la adicción con la dependencia que implica un síndrome de abstinencia físico cuando deja de suministrarse una sustancia, mientras que en la dependencia las alteraciones se relacionan con la carencia, en la adicción están relacionadas con la obtención, al parecer existe un desequilibrio entre los circuitos neuronales de búsqueda, que activan al perro para realizar una conducta, y los de gratificación, que hacen que se sienta satisfecho al haber obtenido lo deseado (como la pelota). 

Este desequilibrio se construye a través del aprendizaje, particularmente cuando se hacen programas de refuerzo de expectativa y programas de refuerzo intermitente. Obviamente esto no quiere decir que siempre que realicemos entrenamientos de este tipo vayamos a generar adicciones, pero debe ser tenido en cuenta al entrenar a perros que ya muestran un altísimo interés por los juguetes que le ofrecemos como reforzadores.

Evitar la adicción en determinados individuos y razas es algo difícil cuando se entrenan trabajos deportivos y es uno de los puntos sobre los que tengo más enfocada mi atención actualmente. Afortunadamente hay varias cosas que podemos hacer para disminuir este riesgo y mantener en el perro una alta implicación que permita una evolución máxima del entrenamiento. Y lo bueno es que puede hacerse casi con cualquier sistema de entrenamiento, no vale únicamente para el C-E.

1- Respeta su infancia:

Los cachorros están construyendo su forma de entender el mundo, si le das una relevancia excesiva al entrenamiento durante esta etapa, independientemente de lo respetuosa o positiva que sea tu manera de entrenar, potenciaras que el perro lo vea como el centro de su vida. Es importante trabajar con el cachorro, en ningún caso defiendo que no se inicie el adiestramiento hasta la madurez, pero desde luego nunca debería ser su actividad principal: clases grupales para cachorros (en EDUCAN tenemos unas estupendas), salidas de socialización… son opciones más interesantes para ocupar la mayoría de la puppy-agenda. Cuando veo cachorros con menos de seis meses que hacen prácticamente todo su reglamento siempre tengo la misma impresión que al ver a las gimnastas de doce años: que no han podido elegir si les gusta lo que hacen y que a esa edad hay opciones más saludables.

2-Convive con el perro:

Nada potencia más la adicción que mantener a un perro viviendo todo el día en una perrera y sacarle únicamente a entrenar. La convivencia implica la interacción con los perros en muchos contextos emocionales y sociales, y por ello una educación social mínima. Nadie tendría en su casa a un perro que le muerde la mano cuanto sacude una servilleta o que se pase toda la noche empujando una pelota para que se la tires. La convivencia hace del entrenamiento otra actividad con su dueño, si todo sale como debe, será la más divertida, pero no la única en la que el perro puede interactuar con él y obtener refuerzos sociales e individuales.

3-Pasea por el campo:

Sé que Dani Pardos, que es lo máximo en cordura que se sirve en adiestradores, cree que se ha abusado de la expresión “dejar al perro ser perro” hasta convertirlo en un mantra sentimentaloide y sin sentido, pero creo sinceramente que pasear con los perros libres por el campo les permite y potencia disfrutar de sus capacidades naturales mejor que ninguna otra cosa, recordándoles que no solo pelotas, mangas o saltos son divertidos. Sólo son algunas de las opciones para pasarlo bien.

4-Que se relacione con otros perros:

Los perros tienen que relacionarse con perros, les permite sutilezas de comunicación e interacción que engrasan sus capacidades sociales y evitan que haga de un juguete el centro de su mundo, por mucho que le guste. Si tienes un perro al que no le gusta interactuar con perros desconocidos (no me refiero a casos patológicos) te recomiendo incluir en tu familia un cachorro del sexo opuesto al de tu perro: en este caso dos en mejor que uno, se relacionarán entre sí y tú podrás pasar horas viéndoles jugar. Tampoco tienes que ser el centro del mundo de tu perro (ni de tu pareja, ni de tus amigos humanos) tooodo el tiempo ¿verdad? ¿O eres así de inseguro?

5-Trabaja en equipo:

Es curioso que todas las conductas adictivas en personas son conductas individuales (podríamos excluir las adicciones sexuales, pero en realidad también lo son, pues el partenaire está objetualizado), por ello el trabajo en equipo es muy eficaz para evitar la adicción. Al existir reglas de coordinación y subordinación que ambas partes –perro y adiestrador- deben conocer y seguir, necesitando de la interacción para alcanzar los objetivos, evitamos que el perro vea la pista, el juguete… lo que sea como algo que buscar obsesivamente: la pista es algo que requiere la colaboración de ambos y la pelota o el mordedor son elementos para jugar con su guía, no objetivos por sí mismos.

6-Ten una manera de indicarle cuándo ha terminado de trabajar:

Si a tu perro le encanta el adiestramiento y no sabe claramente cuando termina una sesión será fácil que mantenga la expectativa de continuarla, requiriéndote a ello de manera insistente. Ten un comando o señal que uses siempre cuando termines una sesión, si eres consistente en muy poco tiempo sabrá diferenciar cuándo puede acceder a la pelota y cuándo no, mejorando su autocontrol y aprendiendo a desconectarse del juguete.

7-Mantén una comunicación honesta con tu perro:

Debo reconocer mi antipatía a todo programa de refuerzo intermitente, cuando el perro no sabe si aparecerá o no el premio se obsesiona con él y no puede conectar su concentración relajada, disfrutando de lo que está haciendo sin pensar únicamente “pelota, pelota, ¡¡peloooota!!”. Veo muchos perros de razas afectuosas e inteligentes, como los malinois, convertidos en adictos por programas de este tipo. La comunicación honesta quiere decir que el perro sabe qué es lo que va a pasar cuando realiza una conducta: si le hemos indicado que conseguirá la pelota por hacer algo debe obtenerla siempre, si no se la vamos a dar el perro debe saberlo también. Quizá este es el punto que más excluyente resulte para determinados modelos de adiestramiento y es que es una seña muy identificativa del trabajo C-E. Pero si practicas otro modelo de entrenamiento que hace imposible la comunicación honesta no te preocupes, sé más escrupuloso al seguir el resto de los consejos de este artículo y mantendrás a tu perro lejos de la adicción sin necesidad de cambiar tu forma de entrenar.

8-No seas obsesivo adiestrando:

Los perros son muy empáticos, para tu perro será muy difícil no obsesionarse con el entrenamiento si tú lo estás. Hace muchos años un excelente entrenador y amigo me propuso dejarme a su perro un tiempo porque lo tenía sobreentrenado y no se consideraba capaz de parar si lo tenía en casa. A los lectores que no tengan interés en el adiestramiento deportivo les podrá parecer un caso exagerado, no creo que coincida con ellos nadie que lo practique. Es difícil cambiar nuestra actitud hacia el adiestramiento, pero es fácil ponernos unos límites: deja un par de días a la semana libres de entrenamientos, tú puedes pasar el mono viendo videos de adiestramiento en internet, leyendo sobre ello o incluso opinando en foros (pero sin abusar Payno, sin abusar en ningún sentido). Además oblígate a pagarle al perro por cada hora que dedica al entrenamiento a la semana con otra hora de actividades divertidas de otro tipo, valen las descritas de pasear por el campo o jugar con perros, pero también sesiones de masaje relajante o (si no es lo que entrenas) sesiones lúdicas de trabajo de olfato, llévalo a nadar en un pantano o rio…. Esa contabilidad te asegura que le remuneras en calidad emocional por implicarse tanto en el adiestramiento, al fin y al cabo en Google, empresa famosa por los resultados y compromiso de sus trabajadores, tienen sillones de masaje y videojuegos para los empleados. Y no parece que les vaya mal.
La adicción es un riesgo real en los perros seleccionados y destinados al trabajo deportivo o funcional de casi cualquier especialidad, es nuestra responsabilidad mantenerles emocionalmente saludables para que disfruten del adiestramiento tanto como nosotros, pero se obsesionen con él bastante menos.

Agradecimiento: a Carlos Alfonso López (www.educan.es/blog), por permitirme publicar su artículo.
Foto: Danie Swanepoel cc

domingo, 11 de noviembre de 2012

¿Es el Jack Russell Terrier el perro adecuado para tí?



¿Cuántos propietarios de un Jack Russell Terrier, incluso aquellos que se han informado cuidadosamente, son tan esclavos de sus necesidades, que abandonan su perro incluso antes de que alcance la edad adulta? 

Exponemos aquí una guía básica de las necesidades que nuestro nuevo compañero puede demandar de nosotros:

EL JACK RUSSELL TERRIER

Son ante todo y por encima de todo, perros de caza. El carácter y las cualidades que hacen de ellos excelentes cazadores (como cavar, ladrar, su carácter osado, su capacidad para seguir una pista, etc.) son interpretadas por sus propietarios como malas costumbres, lo que provoca un gran número de abandonos.

Son seleccionados para seguir el rastro bajo tierra, en la madriguera, es decir, para seguir la pista ladrando hasta que la pieza de caza “salta” o sale de tierra. Si no tienen la posibilidad de utilizar su instinto natural, se entretienen en otras ocupaciones, como perseguir coches, guardar cosas, cazar pájaros e insectos o agujerear jardines.

Son perros grandes en cuerpos pequeños. Necesitan tanto o más ejercicio que los perros grandes, y su carácter osado y valiente les lleva a desafiar a perros tres veces más grandes que ellos.


Necesitan una disciplina firme pero aplicada con coherencia. Son muy inteligentes, y medirán los límites marcados durante toda su vida. Serán capaces de educar a su propietario sin que este se de cuenta, en ocasiones recurriendo incluso a la agresividad. Esta naturaleza innata tendrá que ser comprendida y enfocada correctamente.

Pueden volverse muy posesivos con su propietario o algún miembro de la familia hasta el punto de adoptar un comportamiento muy protector (llegando a ser agresivo). Hay que tratar de suavizar este instinto desde cachorros.

Su instinto les lleva a acosar, herir o matar a pequeños animales tales como gatos, pájaros, conejos, ratones, ratas, etc. A causa únicamente de su instinto natural para la caza. Criar a un cachorro de Jack  Russell con un gato no garantiza que este tenga una larga vida con seguridad. Será posible bajo una vigilancia constante, sin fallos, por parte de sus dueños. Si los animales conviven sin esa vigilancia, es necesario considerar dicha convivencia como imposible ¿Correrías el riesgo de hacer vivir juntos a un gato y a un ratón?

Están en forma hasta los 15 años o más. Su necesidad de actividad y su deseo de cazar perduran durante toda su vida.


Es absolutamente necesario que vivan en un terreno perfectamente cerrado, ya que constantemente estarán intentando salir a ver si encuentran algo que cazar. Pueden vivir en una finca sin que nada suceda durante varios años, y un día, de repente desaparecen para no volver jamás. Muchos Jack Russell son atropellados atravesando una carretera en persecución de ardillas, gatos… Son capaces de escapar cavando por debajo de un cierre de alambrada.

Necesitan un mínimo de educación. ¡La vida de su perro puede depender de ello! Pero incluso estando perfectamente educado, el Jack Russell siempre sentirá tentaciones e intentará ir a perseguir algo interesante; hasta puede desaparecer en una madriguera durante un momento de descuido. Sin correa, el Jack Russell puede ponerse siempre en situaciones peligrosas a menos que esté en un entorno sin riesgo y bajo la supervisión de un propietario atento.

Pueden ser destructivos cuando están solos. Este comportamiento se debe sobre todo al aburrimiento, la falta de actividad, de ejercicio y de disciplina. Si tenemos referencias de un Jack "perfecto", de comportamiento impecable, brillante y feliz, será debido con seguridad a que tiene la suerte de contar con un propietario que se ocupa de él lo suficiente.

Son perros de campo. Porque incluso viviendo en la ciudad, su instinto siempre está presente. Y no sería razonable esperar lo contrario, porque están genéticamente seleccionados para ser auténticos perros de caza. Su estilo de vida debe ser acorde con sus necesidades. Deben tener un papel que desempeñar en relación con su considerable inteligencia y energía.

No son recomendables como perros falderos o de apartamento. Necesitan mucho ejercicio y actividades al aire libre y son generalmente demasiado ruidosos para vivir en un edificio. Necesitan espacio para correr; caminar con una correa no es suficiente para ellos. Así pues, si tu horario no te permite estar a menudo en casa y dejar suficiente tiempo para actividades al aire libre, este perro no es para ti. Muchos Jack abandonados provienen de pisos y casas en las que los propietarios están ausentes la mayor parte del tiempo.


Son jugadores insaciables. El Jack Russell Terrier tiene carácter y busca constantemente llamar nuestra atención. Tiene ganas de saltar constantemente alrededor de quien se lo permita. Es un buen compañero, pero muy vivo, por lo que se corre el riesgo de que empujen, arañen o mordisqueen a un niño, o a un adulto que coja su juguete en una sesión de juego interminable en la que el perro nunca se cansa el primero. Mal administradas o mal interpretadas, estas escenas de juego degeneran en castigo para el perro…

No se parecen a los perros de las películas o de otros  medios de comunicación. Ésos son entrenados y dirigidos por profesionales. Son muy dóciles durante períodos muy cortos de tiempo y su adiestrador conoce perfectamente sus necesidades adaptándose a ellas.

Para concluir, el Jack Russell Terrier necesita un compromiso a largo plazo, de actividad, de ejercicio y de educación. Su carácter único y original, su inteligencia y su energía pueden ser frustrantes, enormemente divertidos a veces. Nos pueden aportar mucha alegría (cuando son administrados correctamente) o muchos problemas (cuando no es así). Si este tipo de relación no coincide con tus necesidades, entonces, intenta adquirir otra raza de perro.


Texto extraído de  «The Russell Rescue » U.S.A.
Agradecimiento a www.gaspalleira.es (criadores de Jack Russell Terrier) por permitirme publicar este artículo y faciltarme fotografías de sus preciosos ejemplares.