domingo, 17 de julio de 2011

Los perros más listos, más independientes, más tranquilos...


Seamos sinceros, todos somos culpables en mayor o menor medida de calificar, de “etiquetar” de uno u otro modo a las diferentes razas de perros, y tal vez nos olvidemos de lo más importante: ¡todos son perros, y les unen más cosas que les separan!

Algunos tópicos...
Los nórdicos son inadiestrables, los collie son muy inteligentes... y los molosos muy tontos, los labradores son muy buenos, los pit bull muy malos... y así sucesivamente. Todos hemos escuchado estas aseveraciones en más de una ocasión, y lo que es peor, las hemos utilizado.

Además, a los humanos nos encanta clasificar, ordenar, hacer listas. Debe ser que de alguna forma nos aporta una sensación de control sobre lo que estamos enumerando, es como si así pudiéramos conocer cómo será un dálmata, o un pastor alemán por el mero hecho de pertenecer a tal o cual raza. Y no es tan sencillo.

La estadística nos puede ayudar a obtener datos fiables, por ejemplo, sobre la incidencia de determinadas enfermedades (la displasia es más frecuente en el bulldog que en el galgo, eso es una verdad absoluta y no se puede hacer nada por cambiarla, no existe otra interpretación). También es fácil preparar una lista con los perros que nadan mejor, o los más rápidos en carrera lanzada, los más grandes... todo esto se puede medir. Sin embargo, cuando nos empeñamos en evaluar lo que denominamos “carácter”, las cosas cambian. ¿Cómo se califica el carácter? Es más, si no es nada sencillo evaluar el carácter de un individuo concreto ¿cómo nos atrevemos a hacerlo con todos los que pertenecen a una raza?

La raza de cada perro marca unas características concretas físicas y de adaptación a un trabajo para el que se ha seleccionado, una cierta predecibilidad acerca de cómo será un perro, pero no lo es todo.

Factores a tener en cuenta
Genética (heredabilidad del “carácter”)
Sabemos que la genética importa, mucho... pero no es decisiva ni definitiva. Y de nuevo nos olvidamos de diferenciar entre la heredabilidad de las características propias de una raza concreta (un bloodhound con seguridad gozará de mejor olfato, y se guiará por él, que un bulldog, y una raza pura de trabajo –como un mali– tendrá más predisposición a solucionar problemas que otra raza destinada a la compañía ), y la heredabilidad de determinadas características propias de los progenitores y su ambiente (por ejemplo, la timidez –llámalo “miedo”– es hereditaria). Así pues, incluso llenándonos la boca de la palabra de moda (“genética”, “herencia genética...”) no deberíamos atrevernos a clasificar como tan diferentes a unas razas de otras. Es cierto que la raza marca unas características concretas físicas y de adaptación a un trabajo para el que se ha seleccionado, una cierta predecibilidad acerca de cómo será un perro, pero de ahí a basar todo el comportamiento del perro como individuo en la raza a la que pertenece, va un mundo.

Experiencias vividas
Estimulación temprana, socialización, etcétera. Todo tiene un nexo común, se trata de experiencias, vivencias que marcan para bien o para mal al perro. Desde el momento en el que nace (incluso antes) el cachorro ya está experimentando sensaciones (buenas y malas). Se siente seguro, o no, experimenta sensaciones agradables, o no tanto, es sometido a situaciones de estrés controlado que puede superar (y por tanto lo fortalecen), o sufre estrés innecesario, o ningún estrés... Hay razas más sensibles que otras, pero también individuos menos tolerantes, más resolutivos, más "duros" o no... Llegados a este punto tenemos que la raza ha marcado "algo" el carácter del perro como individuo y que las experiencias vividas van escribiendo de forma profunda cómo funciona el mundo. Lo que es peligroso, agradable, lo que parece malo pero no lo es tanto, cómo se comportan los otros seres vivos (otros perros, humanos, gatos, pájaros...).


Adiestramiento
En esa formación de lo que hemos llamado "carácter" ya tenemos los primeros pilares: genética o herencia y experiencias vividas, pero aquí no acaba todo. La educación primero y el adiestramiento después nos permite formar ese pequeño "proyecto de perro" para que pueda convivir en nuestro entorno -primero- y para desempeñar una función concreta -mediante un adiestramiento específico, después-. El perro llega a esta fase con su herencia genética a cuestas y sus experiencias vividas grabadas para seguir "procesando" todo lo que le suceda (el perro, como el hombre, se va formando, aprendiendo, a lo largo de toda su vida). Y si lo hacemos bien, con respeto, método, tiempo y consistencia, los resultados acompañarán ¡aunque sea un nórdico inadiestrable, un labrador bueno o un collie muy listo!


Una pequeña reflexión
Prejuzgar a un perro por pertenecer a una raza concreta nos lleva a menudo a errores como decidirnos por una raza de perro "listo", pensando en que así será mucho más sencillo adiestrarlo, cuando es justo lo contrario. No es buen ejemplo ahora que acabamos de perder el campeonato del mundo de F1, pero sí explícito: ¿comprarías un Ferrari pensando que es más fácil de conducir? Muchas marcas de automóviles (casi todas las que comercializan modelos de elevadas prestaciones) ofrecen al cliente cursos de conducción-pilotaje en circuito para conocer el coche que manejarán (en muchos casos sin cargo adicional). Y un coche no deja de ser una "cosa", que puedes aparcar durante meses, o revender si no te convence. Un perro no se "devuelve", es un compromiso de por vida, pero no son demasiados los compradores que se informan primero de la raza, luego del individuo y después se forman en educación canina básica, y menos los criadores (aunque los hay, sólo hay que buscarlos) capaces de negar una venta por impulso o capricho.


Agradecimiento: a Juan Francisco Calle (www.doogweb.es), por permitirme publicar su artículo.

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