La llamada
Llamar a nuestro perro para que acuda a nosotros puede convertirse en el juego del corre que te pillo, no debemos entrar en su juego. El estímulo que se le presenta es mas fuerte que el que representamos nosotros y para cambiar esa forma de actuar tenemos que darle la vuelta al contexto y hacer que acudir a nosotros siempre le resulte agradable, eligiéndonos antes que cualquier otro estímulo que se le presente.
Nuestra voz;
Los humanos, al llamar a un perro le indicamos todo lo contrario a lo que queremos que haga.
Centrándonos en la llamada, al llamar a un perro, normalmente lo llamamos por su nombre y “ven”, ven lo pronunciamos en tono muy alto y agudo, un solo tono corto o alargado y agudo para ellos significa disminuir la actividad, lo que es igual a detenerse. Por lo tanto queremos que venga y le estamos comunicando que se detenga. La llamada tiene que ser en tonos cortos y repetidos (ven, ven, ven, o cualquier palabra que asociemos). Aumentando la actividad y animándolo a acudir a nosotros en tono cariñoso.
Nuestro cuerpo;
Nuestro cuerpo desempeña un papel fundamental a la hora de llamar a nuestro perro y nunca lo tenemos en cuenta, es tan escaso el conocimiento canino que tenemos a pesar de llevar tantos miles de años conviviendo juntos, que resulta asombroso que tengamos tan poco conocimiento de ellos.
La forma común de colocar nuestro cuerpo al llamar a nuestros perros también le indica lo contrario a lo que queremos de ellos. El perro tiende a dirigirse hacia donde apuntan nuestra cara y nuestros pies, esto nos dice que si lo llamamos mirándolo de frente le animamos a que siga en esa dirección, o se detenga sin venir por lo confuso de la situación, si por el contrario nos giramos y nos inclinamos un poco le indicamos que vamos a cambiar de dirección ofreciéndole el mensaje corporal de venir. Si lo acompañamos con los tonos cortos y repetidos más palmaditas de forma cariñosa le enviaremos un mensaje muy claro de lo que queremos, si además somos el estímulo mas fuerte del entorno vendrá.
Todos deberíamos practicar con nuestro perro a llamarlo sin hablar, llamándolo con nuestro cuerpo, lo entiende mejor que nuestras confusas palabras.
Algunas reglas para la llamada;
No debemos asociar su nombre o la palabra que utilicemos para llamarlo con algo negativo, quiere decir que siempre que lo llamemos sea para algo bueno para él. Su nombre siempre tiene que estar asociado a cosas buenas. (Si está jugando en el parque mejor no llamarlo para interrumpir el juego, mejor nos acercamos y lo atamos a la correa sin llamarlo y como este ejemplo muchos más.).
No tenemos que estar constantemente llamando a nuestro perro o terminará por ignorarnos, si lo soltamos es para que tenga un poco de libertad y no para estar dándole la lata todo el tiempo.
Lo correcto es no regañar ni castigar, (mejor es enseñar y no exigirle que haga algo que aún no hemos enseñado) pero si alguna vez lo hacemos, nunca debemos pronunciar la palabra que usamos para la llamada junto con la regaña o nuestro enfado por nuestra frustración, nuestra frustración merecería un tema muy largo a tratar.
Si alguna vez se encuentra en peligro y no acude a tu llamada, cuando te mire corre en dirección contraria y verás que pronto te alcanza. También puede funcionar tirarte al suelo y vendrá para ver que te pasa.
Si no nos hace caso y después de hacer lo que quiera un rato, viene, tenemos que premiarlo, siempre que venga debemos mostrarle nuestro cariño.
Castigar a un perro por que no viene cuando se lo pedimos es como pegarle a un niño para que no llore. (El niño llorara más y el perro vendrá menos).
Este artículo no puede nunca sustituir la ayuda personalizada de un profesional ya que cada contexto entre humano y perro es diferente.
Agradecimiento: a Francisco Javier Carrasco Gil (http://educanis.over-blog.es/), por permitirme publicar su artículo.
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