Muchos dueños están cansados de sus perros. ¿Por qué ese adorable animalito que dependía totalmente de nosotros parece ahora un ser ajeno e independiente, que nos contradice y no hace más que darnos quebraderos de cabeza?
La respuesta a esta pregunta tan común no se restringe a un único argumento. No obstante quiero fijarme en este artículo solamente en la relación.
El perro es un animal claramente social. No puede entender su existencia si no va unida a la de otros. Es por eso que si consideramos al perro como un objeto más del hogar al que no le dejamos participar de nuestras actividades, sino al que tan sólo mantenemos en casa y acompañamos a la zona verde más próxima durante cinco o diez minutos, no se establece esa compenetración tan necesaria para conocerse, entenderse, vincularse. El perro en esos casos sólo atenderá a los reflejos más inmediatos, tales como llegar cuanto antes al jardín, hacer sus necesidades, y olisquear con fruición los escasos metros de su recorrido, estando únicamente pendiente de su entorno y no de nosotros.
Así es muy difícil que el perro nos atienda, nos entienda, que esté pendiente de nuestras instrucciones o que interactúe con nosotros.
Por el contrario, si le hacemos participar de nuestras actividades, si recorre las calles con nosotros, si juntos vamos a sitios nuevos, si juntos resolvemos las situaciones que se presenten, si nos acompaña a hacer los recados, etc, estaremos con un perro mucho más relajado, más atento a nuestras instrucciones, que nos conocerá mucho mejor, que estará mucho más satisfecho.
Disminuirán gran parte de los problemas que planteaba y además, nos hará estar más en forma, más relajados, más abiertos a lo que nos rodea y mucho más compenetrados con nuestro perro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario