Todos los países se enorgullecen de ser los creadores de una o varias razas. Nosotros los argentinos tenemos al Dogo Argentino, este perro es temido por muchos por su aspecto, pero también muy venerado. El Dogo Argentino fue creado por los hermanos Martinez (Antonio y Agustín), este perro es el resultado de 10 razas caninas: el perro de pelea cordobes (le dio el coraje), la raza pointer (olfato), boxer (un poco de bondad), el gran danés (tamaño y altura), bullterrier y bullgog inglés (resistencia al dolor), el irish wolfhound (instinto de caza y tamaño), el dogo de burdeos (fuerza y coraje), el perro de montaña de los pirineos (color blanco) y el mastín español (mas fuerza y poder). El Dogo Argentino esta incluido en el grupo II de la Federación Cinológica Argentina. Su altura va desde 60 a 65 centímetros y su peso de 40 a 45 kilos. El Dogo Argentino es un perro equilibrado, inteligente, su fin primordial es la caza mayor (pumas y jabalí). También sirven para guardia y defensa. No es un perro para cualquier persona, lo mas importante que debe tener el poseedor de este perro es responsabilidad y ser firme en su educación. Les recomiendo una película argentina, se llama El perro y su protagonista es un dogo argentino.
Ficha de la película: Titulo: El perro (le chien)
Director: Carlos Sorín
Duración: 95 minutos
Año: 2004
Sinopsis: Juan Villegas (56 años) ha trabajado en la estación de servicio de una solitaria ruta patagónica durante los últimos veinte años de su vida. La estación ha sido vendida y los nuevos dueños piensan modernizarla. Juan, junto con otros empleados, es despedido. Mientras busca otro empleo, intenta sobrevivir de una vieja afición: hace cuchillos con mangos artesanales. Pero no le va bien. Ni consigue trabajo ni vende cuchillos. Vive el drama de la desocupación en su aspecto más trágico: con la edad que tiene y sin especialización alguna, comienza a entender que ha sido descartado del mundo. La casualidad lo lleva a hacer un pequeño trabajo de reparación de un viejo vehículo en una estancia. La dueña, una señora mayor, necesita vender el auto de su difunto marido, porque también está en aprietos económicos. Cuando Juan finaliza el trabajo, ella ofrece pagarle con un perro: un estupendo ejemplar de dogo, que su marido había comprado con la idea de fundar un criadero. Juan intenta negarse aduciendo que está sin trabajo y que, con semejante tamaño, el perro debe comer más que él. Sin embargo la viuda insiste en lo valioso del ejemplar y la buena compañía que puede ser para alguien que, como Juan, está solo. Es así como termina por convencerlo. A partir de allí la suerte de Juan comienza a cambiar. El perro, sin duda llamativo, es elogiado por muchos y Juan siente una cierta satisfacción porque entiende que parte de los elogios le corresponden a él, por ser ahora el dueño. Gracias al perro, consigue un puesto temporario de cuidador en un galpón de esquila e incluso cuando Juan se dispone a cobrar su escasa indemnización, el gerente del banco -fanático de los dogos- lo hace pasar cómodamente a su despacho. Pronto advierte que su futuro está en el perro y contacta a Walter, un gigante entusiasta- quién en los tiempos libres prepara perros para exposiciones. Walter opina que el perro arrasará con los premios. Entonces propone un pacto: serán socios cincuenta y cincuenta en las probables ganancias que dará el animal con los servicios que pueda dar. Comienza así un largo periodo de entrenamiento, no sólo del perro, sino también de Juan que según Walter, dejará de ser un desocupado para convertirse en un expositor. En la primera exposición les va muy bien y el perro gana un honroso tercer puesto. Festejan ruidosamente en un restaurant libanés, donde Juan conoce a una cantante árabe que le atrae. Entre el perro y la cantante, Juan cree tocar el cielo con las manos. Pero pronto se dará cuenta que los instintos pueden jugarle una mala pasada.
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